SIETE HÁBITOS PARA NO RETROCEDER

Importancia de los hábitos: Somos lo que hacemos día a día

Los bereanos eran nobles por sus hábitos y por uno en particular, escudriñaban las escrituras, es decir, la Biblia. Los de macedonia, que incluía a los de Filipos, eran valorados por Pablo por el hábito de la generosidad.

Para no retroceder o apostatar de la fe, como sucedió con los creyentes en las iglesias de Galacia, debemos cultivar hábitos piadosos.

Primer hábito: La integridad, amar la verdad en lo íntimo

La verdad en lo íntimo significa el lugar que solamente Dios conoce. En otras palabras, que debes tener el hábito de la integridad. La mente se puede habituar a lo hipócrita o falso, pero tarde o temprano Dios revela las verdaderas intenciones del corazón.

Caer en el error no es un accidente inesperado. Es el resultado de falta de sinceridad. Dios no quiere la adoración del mercenario. El hombre juzga las evidencias, pero Dios las intenciones y los pensamientos. Dios hasta “forza” o presiona para que el corazón muestre su realidad: “para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2).

Los gálatas estaban mostrando el tipo de terreno que eran. La sinceridad de su fe estaba siendo probada cual el oro.

Pedro se desvió varias veces. Negó a Jesús tres veces y lo maldecía insistentemente; en el caso en Antioquia su desvió fue doctrinal y de casuística, pero se arrepintió, no murió en herejía o apostasía: “y considerad la paciencia de nuestro Señor como salvación, tal como os escribió también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada. Asimismo, en todas sus cartas habla en ellas de esto; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen, como también tuercen el resto de las Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15,16, se escribió en el año 65. Gálatas se escribió en año 50 al 56). Pedro amaba la verdad en lo íntimo fue por esto que, “Y saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22:62).

Cuando alguien retrocede o está en el error, tienes una, de dos opciones al hacer un juicio, o le atribuyes ignorancia de conocimiento o falta de sinceridad, es decir, deshonestidad.

Pablo sabía de estas dos opciones con relación a los que se encontraban o habían retornado al error; cuando escribió su carta a los tesalonicenses les dijo: “Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean a la mentira, a fin de que sean condenados todos los que, lejos de creer a la verdad, se deleitaron en la injusticia” (2 tes. 11,12). Cuando habló de su persona y el haber estado en el error escribió: “aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad” (1Timoteo 1:13).

¿Cuál de las dos condiciones se le puede atribuir a los Gálatas? Su final lo determinaría.

El segundo hábito: Líbrate del autoengaño

Este hábito comienza pequeño e insignificante. Engañar a otros es mucho más fácil que engañarse a sí mismo. Este hábito es sumamente peligroso. Puede llegar a extremos inimaginables. Es persuadir y convencer a su propia conciencia de que algo malo es bueno. Visitar a un hechicero, hablar mentira, cometer una inmoralidad sexual y peor aún, interpretar un texto legal, o la misma Biblia, a conveniencia de una conducta delictiva o pecaminosa. Hitler se autoengañó después de haber sido engañado por la serpiente antigua; su poder magnético fue tan grande, en su autoengaño, que engañó a toda una nación que quiso ser engañada.

Dios como Creador de todas las cosas es justo y no deja sola a ninguna de sus criaturas, es por esto que para evitar el que el hombre sea engañado le deja a su favor: la Ley la conciencia y el Espíritu Santo. Pablo escribió: “ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos” (Romanos 2:15). El hombre es inexcusable cuando se sumerge en el error.

Tercer hábito: Padecer por causa de Cristo

En un campo de guerra habituarse al confort es contradictorio. El mundo entero está bajo el maligno. Si quieres permanecer firme sin retroceder debes habituarte a no estimar como preciosa tu vida. Cada día muero es un hábito mental necesario para un soldado del ejército de Jesucristo. Todo el que quiera vivir piadosamente padecerá persecución, esto no es opcional. Jesús dijo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 15:18 al 20).

Este hábito debe condecirte a encontrar deleite en padecer por el nombre de Jesús: “Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también sufrir por Él” (Filipenses 1:29).

 “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.    Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:10 al 12).

Cuarto hábito:No exponerte al error

Coquetear con el error es sumamente peligroso. Algunos se hacen este hábito al creerse fuertes. Si los gálatas se hubieran llevado de las advertencias del Espíritu Santo por medio de Pablo no hubieran retrocedido. El orden fue el siguiente: Pablo estaba en Antioquia, Pedro llegó luego y los emisarios de Jacobo más luego. Pedro y Bernabé fueron los primeros en exponerse al error en lugar de enfrentarlo. La razón fue el miedo. Afírmate en la verdad y cuida tus afectos y tu celo por la verdad de Dios. Escudriñarlo todo y retener lo bueno es un arte que requiere temor de Dios y capacidad discriminatoria. Los creyentes en galacia fueron involucrados emocionalmente haciendo que perdieran sus afectos hacia aquel que los había instruido en la verdad del evangelio: “Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos” (Gálatas 4:17). En otras palabras: “Los que quieren obligarlos a obedecer la ley judía se muestran ahora muy interesados en ustedes. Pero lo que en verdad quieren es hacerles daño, pues desean que se olviden de mí y que se interesen por ellos”. Engañar también es arte y magia y satanás lo sabe muy bien.

Quinto hábito: No mirar hacia atrás

El hábito de mirar hacia atrás es un hábito estéril. Este mal hábito hizo que muchos israelitas fueran infelices en el desierto y que finalmente sus cuerpos perecieran: «¡Ojalá pudiéramos comer carne! ¿Se acuerdan del pescado que comíamos gratis en Egipto? ¡Y qué sabrosos eran los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que allá comíamos! En cambio, ahora nos estamos muriendo de hambre, ¡y lo único que vemos es maná!»

Es recordar nuestro pasado sin Cristo, pero sin esperanza. Mirar hacia adelante es un hábito glorioso; fue el hábito que sustentó a Job en medio de su aflicción: Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25 al 27).

Sexto hábito: Enfocar tu mente en Cristo

Puesto los ojos en Jesús. Hazte el hábito de mirar a Cristo en los evangelios y de manera especial en el sermón del monte. Si te habitúas a enfocar tu mente en Cristo reconocerás inmediatamente a los que son de Cristo. Imitadme a mí, así como yo imito a Cristo.

Séptimo Hábito: Pensar como escogido de Dios

Es imposible retroceder si tenemos el hábito de pensar en quiénes somos en Cristo. De forma indirecta Pablo les mostró a los Gálatas el origen de su firmeza, escogido desde el vientre de su madre: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí” (Gálatas 1:15).

Esta era su Valia como apóstol y como cristiano:

“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 corintios 15:9 y 10). “Antes yo ofendía a Jesucristo, lo perseguía y lo insultaba. Aun así, él confió en mí. Y es que Dios fue bueno conmigo y me perdonó, pues yo todavía no creía en Cristo ni sabía lo que estaba haciendo. Nuestro Dios me amó mucho y me perdonó: por medio de Jesucristo me dio confianza y amor. Esto es verdad, y todos deben creerlo: Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores del castigo que merecen, ¡y yo soy el peor pecador de todos! Pero Dios fue bueno y me salvó. Así demostró la gran paciencia que Jesucristo tuvo conmigo. Lo hizo para que otros sigan mi ejemplo, y confíen en Cristo para tener vida eterna. 17 ¡Alabemos y honremos siempre al Rey eterno, al Dios único e invisible, que vive por siempre! Amén” 1 Timoteo 1:13 al 17).

El oír con fe a esto nos conduce al hábito de gloriarnos en nuestra escogencia eterna para salvación a la luz de un plan eterno.

Vive de acuerdo a lo que Dios dice que tú eres.

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