Perspectiva bíblica
Al entender el concepto papista de la extremaunción nos daremos cuenta del porqué de la sobrerreacción de algunos pastores evangélicos que han tomado esta aberración doctrinal como pretexto o excusa para fomentar una herejía más perniciosa que la extremaunción, no solamente en el campo de la iglesia y sus doctrinas, sino en el campo de la integridad física de la vida misma, declarando expresamente el perdón anticipado a los homicidas, suicidas, abortistas y todo tipo de delitos, antes del pecador “cristiano” cometerlos, y en consecuencia, fomentándolos.
Presentaremos el sabio y prudente balance con relación al pecado, el arrepentimiento, la confesión y el perdón otorgado por Dios según la Biblia misma, como palabra inerrante del Espíritu Santo.
Extremaunción y entrar al cielo sin pecado
El ritual de la extremaunción parte de la necesidad de entrar al cielo sin pecado. La aspiración no es mala en sí misma. La Biblia ciertamente enseña que, sin santidad nadie verá al señor y si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados; además, el que encubre su pecado no prosperará, pero el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
El gran problema radica en la presunción de una autoridad y de un procedimiento que no les han sido otorgados al hombre y a ninguna institución humana.
La iglesia papista se ha creído con este derecho y se ha metido en un área de la salvación humana que no le compete.
Extremaunción: Definición
Probablemente usted haya leído algún letrerito adherido a un automóvil con el siguiente aviso: “En caso de accidente llamar a un sacerdote”. Parece ingenuo, pero no es así. El mismo parte de la doctrina de la extremaunción. El origen de este dogma surge por la preocupación de la iglesia papista, al considerar la posibilidad en sus fieles de morir con pecados sin confesar. El dilema era el siguiente: Qué hacer cuando un católico enfermaba y entraba en un estado de inconsciencia o coma. La respuesta fue: la extremaunción.
La extremaunción es el ritual por medio del cual el sacerdote, investido por la autoridad del Papa, puede otorgar perdón sin necesidad de confesión ni arrepentimiento, ante la imposibilidad del enfermo que yace en estado de inconsciencia. Dentro del ritual católico, un moribundo prepara su camino al Cielo a través de la confesión con un sacerdote.
Extremaunción y salvación final
La Iglesia Católica en sus dogmas entiende el concepto de la salvación final, pero inadecuadamente. Como “iglesia exclusiva”, confiere un poder a sus sacerdotes para remitir pecados, que cree ha recibido de parte del Señor. Para la Iglesia Católica la salvación inicia a través de la regeneración bautismal; luego les siguen las confesiones y confirmaciones, hasta llegar, en casos normales, a la muerte, e incluso un poco más allá: a través de las misas a favor de difuntos impenitentes, pero católicos. En pocas palabras, esta iglesia entiende que es propietaria absoluta del derecho de administrar la salvación y el otorgamiento del perdón. Todo este engranaje doctrinal muy bien puede llevar el calificativo de “consistencia armoniosa y perfecta en el error”.
Extremaunción y la Biblia
La base bíblica que supone sustentar a este sacramento católico es la siguiente: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.” (Santiago 5:14–15).
Otro texto bíblico para apoyar esta perniciosa herejía:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (Juan 1:9).
Ambos textos bíblicos aplicados al dogma de la extremaunción carecen de veracidad y lógica exegética.
Extremaunción y sobrerreacción de algunos pastores protestantes
Esta manera de ver la salvación departe de la iglesia papista, ha traído una sobrerreacción en algunos evangélicos contemporáneos, enfatizando una “gracia radical” que no requiere de los medios establecidos por Dios para completar la salvación final. En otras palabras: la obtención de un perdón que no se ha pedido y un arrepentimiento que no se ha evidenciado.
El colmo de la sobrerreacción ha llegado, en algunos, en dar garantías de salvación a los que mueren en pecados dominantes, incluyendo el suicidio. Uno de estos maestros pregunta con total naturalidad: “¿Por qué este pecado (el suicidio) en particular sea el que sí me lleve al infierno?” Al mismo tiempo afirma que la idea del suicidio, como pecado mortal, es de concepción u origen de la Iglesia Católica Romana. Otro de estos maestros, huyéndole a la doctrina de la extremaunción, no considera como necesario el que Dios le conceda tiempo, como un medio de gracia para santificación, a uno de sus hijos en pecado antes de morir para que pueda renovar su arrepentimiento. Entiende que independientemente del tipo de pecado e independientemente de morir en el acto mismo del pecado, si hizo confesión de fe una vez en la historia de su vida, se salva.
Tres hombres de gran influencia en el mundo evangélico, rehuyendo al dogma de la extremaunción, se van tristemente al otro extremo, llevando al cielo hasta al que se suicida. El pastor MacArthur declara: “Puede un cristiano desanimarse, estar tan desanimado que se deprime; puede deprimirse tanto que pierde toda la esperanza y esto con frecuencia lleva al suicidio”. El Dr. John Piper, dice: “Una persona, yo pienso, que está deprimida por un periodo corto, se deprime y termina con su vida. Yo me maté a mí mismo porque estaba airado, no hubiese muerto sino hubiese estado airado, me llevé a la tumba ¿Me hubiese perdido por eso? Yo no creo”. Y el pastor Steven Lawson: “Una persona que comete suicidio si es un creyente en el Señor Jesucristo se irá directamente al Cielo”.
Extremaunción: Respuesta bíblica para el sabio y prudente balance
Debemos hacer la debida demarcación que hace la Biblia con relación al pecado. Una cosa es una intención pecaminosa, otra es pecar y otra cosa es ser dominado por el pecado.
Intención pecaminosa
Con profundidad y consistencia bíblica y teológica, bien se puede decir que no solamente el pensamiento pecaminoso es pecado, sino hasta la intención. Es de ahí la necesidad de una actitud constante de confesión y arrepentimiento en el cristiano, como bien presenta 1 de Juan 1:9 y que correctamente ha comentado el pastor John MacArthur: “La sangre de Jesucristo su Hijo continúa limpiándonos de todo pecado” y el tiempo verbal en el versículo 9 también denota una acción continua: “Si estamos continuamente confesando nuestros pecados”.
Santiago 1 nos habla del proceso de la tentación hasta la consumación y consecuencia del pecado:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Pensamiento pecaminoso
Un pensamiento pecaminoso no es un pecado dominante, pero se puede convertir en dominante hasta donde se le dé cabida. Alguien una vez dijo: “No podemos impedir que las aves vuelen por encima de nuestras cabezas, lo que sí podemos impedir es que hagan nido”.
Pecados dominantes
Un pecado dominante es un nido en el alma. El apóstol Santiago lo dijo de la siguiente manera: “Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte” (Santiago 1:15 LBLA).
A esto se le conoce como la personificación del pecado:“Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo”(Génesis 4:7). El pecado adquirió un poder tan grande a la luz de la lucha interna del individuo que dejó de ser él, el individuo, el que codiciara el pecado, sino el pecado mismo al individuo: “el pecado yace a la puerta y te codicia”. Véncelo: “pero tú debes dominarlo”. La advertencia dada por Dios a Caín era precisamente para que el pecado no lo dominara. A esto nos referimos con pecados dominantes.
Hay pecados que los hombres pueden dominar, lo cometen una vez, se arrepienten y lo confiesan con dolor; pero cuando pasan el límite de la gracia común, que es gracia frenadora, se exponen a una posesión del pecado que se convierte en una atadura mortal. Cuando se toma la gracia de Dios en vano y se resiste al Espíritu Santo, entonces se pierde la sensibilidad espiritual y se cae en un estado de incredulidad y autoengaño. El pecado se hace uno con el hombre. No oye la voz de Dios, porque el pecado es sordo a la voz del Espíritu Santo.
El pecado dominante de Caín fue el descontento que lo condujo a la ira pecaminosa; la ira lo dominó y lo condujo al asesinato de su inocente hermano Abel. El diablo tomó lugar cuando Caín dejó que el pecado lo dominara: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo” (Efesios 4:26-27 LBLA). Cuando el pecado tomó control de él fue como si se hubiera convertido en propiedad del maligno: “No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:12).
Pecados dominantes y posesión satánica
Al Espíritu Santo le plugo desvelar el telón del proceder de la Providencia y la operación del maligno en cuanto al dominio del pecado en uno que muere bajo el dominio total del mismo. La siguiente descripción es dada no por un hombre falible, sino por el Espíritu Santo: “Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Juan 13:27 LBLA). Bien se puede decir que un enseñoramiento definitivo del pecado es un dominio pleno de Satanás en la vida de una persona. Esto ocurre en un momento de la historia de un individuo después de muchas advertencias de parte del justo Dios. Este momento es desconocido para los humanos. El comentario de William Hendriksen es revelador: “Satanás tomó plena posesión del alma del traidor (no se nos ha revelado cómo descubrió esto el evangelista.) Judas se ha convertido en una persona totalmente endurecida. Las advertencias de Jesús no habían sido escuchadas. Por esto ahora ya no se volverán hacer. Jesús ya no tiene nada que ver con Judas”(2).
Algunos ejemplos de pecados dominantes
David y los pecados dominantes
David, prototipo de un cristiano nacido de nuevo, es un vivo ejemplo de uno que fue dominado por el pecado por un tiempo, pero no murió en él. Bien se puede decir que su experiencia fue la mostrada por Pablo en Romanos 7 y 8 en la dicotomía y final victorioso de un cristiano y que de manera muy precisa aplicaron los puritanos de 1689: “En dicha guerra, aunque la corrupción que aún queda prevalezca mucho por algún tiempo, la parte regenerada triunfa a través de la continua provisión de fuerzas por parte del Espíritu santificador de Cristo”. Y para que quede completamente claro, afirmaron: “Y aunque los santos (mediante la tentación de Satanás y del mundo, el predominio de la corrupción que queda en ellos y el descuido de los medios para su preservación) caigan en pecados graves y por algún tiempo permanezcan en ellos (por lo que incurren en el desagrado de Dios y entristecen a su Espíritu Santo, se les dañan sus virtudes y consuelos, se les endurece el corazón y se les hiere la conciencia, lastiman y escandalizan a otros, y se acarrean juicios temporales), sin embargo, renovarán su arrepentimiento y serán preservados hasta el fin mediante la fe en Cristo Jesús”.
Una gran promesa: El pecado no se enseñoreará
Que el pecado se enseñoree de un cristiano es sinónimo de que el pecado lo domina. “Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:14LBLA). La pregunta sería: ¿Puede realmente el pecado enseñorearse de un cristiano? De manera absoluta y definitiva la respuesta es un rotundo: ¡No! De manera parcial y hasta a punto de perecer, sí. La respuesta que da el apóstol Pablo en Romanos 6 no necesita de mucha explicación: “Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros”. Es la gracia lo que marca la diferencia: “pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia”. El mejor estudio bíblico acerca de esto lo puedes encontrar en la primera carta de Juan; observa allí las cinco evidencias de un nacido de Dios y te darás cuenta que ya el pecado no tiene dominio, no se enseñorea de un cristiano y esto a causa de la simiente divina que permanece en él.
Mas la promesa divina es: “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Ro. 6:14). Esto es: ningún pecado te gobernará. El pecado puede retorcerse como un soldado herido de rodillas, y muchos de ellos pueden reagruparse como una tropa dispersada, pero nunca conquistarán el campo de batalla donde se mueve la verdadera fe”.
Finalmente, bien podemos decir que, la integridad en el corazón es lo que marca la diferencia: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño”(Salmos 32).