Este capítulo es la respuesta a las preguntas: ¿Mueren todos los cristianos con pecado en el corazón?, y ¿Es realmente un requisito vital para entrar al Cielo el morir sin mácula?
Usualmente, el error
que se comete al responder estas preguntas es por una o más de las
siguientes razones: por partir de premisas equivocadas, por sobre
reaccionar, o, en el peor de los casos, por justificar pecados.
Pero
estas dos inquietudes no son nuevas. A través de la historia de la fe
cristiana han sido consideradas. La mejor manera de demostrar esto es
recordando la doctrina católica romana de la extremaunción.
Probablemente usted haya leído algún letrerito adherido a un automóvil con el siguiente aviso: “En caso de accidente llamar a un sacerdote”. Parece ingenuo, pero no es así. El mismo parte de la doctrina de la extremaunción. El origen de este dogma surge por la preocupación de la iglesia papista al considerar la posibilidad en sus fieles de morir con pecados sin confesar. El dilema era el siguiente: Qué hacer cuando un católico enfermaba y entraba en un estado de inconsciencia o coma. La respuesta fue: la extremaunción.
La extremaunción es el
ritual por medio del cual el sacerdote investido por la autoridad del
Papa puede otorgar perdón sin necesidad de confesión ni arrepentimiento
ante la imposibilidad del enfermo que yace en estado de inconsciencia.
Dentro del ritual católico un moribundo prepara su camino al Cielo a
través de la confesión con un sacerdote. La base bíblica que supone
sustentar a este sacramento católico es la siguiente: “¿Está alguno
entre vosotros enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que
ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor; y la
oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará, y si ha
cometido pecados le serán perdonados”(Santiago 5:14–15 LBLA).
La
Iglesia Católica en sus dogmas entiende el concepto de la salvación
final, pero inadecuadamente. Como “iglesia exclusiva”, confiere un poder
a sus sacerdotes para remitir pecados que cree ha recibido de parte del
Señor. Para la Iglesia Católica la salvación inicia a través de la
regeneración bautismal; luego les siguen las confesiones y
confirmaciones hasta llegar, en casos normales, a la muerte, e incluso
un poco más allá: a través de las misas a favor de difuntos
impenitentes, pero católicos. En pocas palabras, esta iglesia entiende
que es propietaria absoluta del derecho de administrar la salvación y el
otorgamiento del perdón. Todo este engranaje doctrinal muy bien puede
llevar el calificativo de “consistencia armoniosa y perfecta en el
error”.
Esta manera de ver la salvación y la Biblia misma
ha traído una sobrerreacción en algunos evangélicos contemporáneos;
enfatizando una “gracia radical” que no requiere de los medios
establecidos por Dios para completar la salvación final. En otras
palabras: la obtención de un perdón que no se ha pedido y un
arrepentimiento que no se ha evidenciado.
El colmo de la
sobrerreacción ha llegado, en algunos, en dar garantías de salvación a
los que mueren en pecados dominantes, incluyendo el suicidio. Uno de
estos maestros pregunta con total naturalidad: “¿Por qué este pecado (el
suicidio) en particular sea el que sí me lleve al infierno?” Al mismo
tiempo afirma que la idea del suicidio, como pecado mortal, es de
concepción u origen de la Iglesia Católica Romana. Otro de estos
maestros, huyéndole a la doctrina de la extremaunción, no considera como
necesario el que Dios le conceda tiempo, como un medio de gracia para
santificación, a uno de sus hijos en pecado antes de morir para que
pueda renovar su arrepentimiento. Entiende que independientemente del
tipo de pecado e independientemente de morir en el acto mismo del
pecado, si hizo confesión de fe una vez en la historia de su vida se
salva.
Es vital volver a la Biblia y considerar
seriamente a los hombres de Dios del pasado que tuvieron que luchar con
una situación parecida.
No ocultamos, en esta parte del
capítulo, la significativa influencia del puritano del siglo XVIl
William Gurnall, específicamente de su obra cumbre: El cristiano con
toda la Armadura de Dios. Este libro es una radiografía de la salvación y
vida del cristiano desde el principio hasta el final.
Le
invito a considerar lo serio del asunto, y qué relación tiene vestirse
con el “Cinto de la Verdad” y la salvación final de un hijo de Dios. No
olvide que de manera ineludible todos nos encontramos en un combate
espiritual.
Trascendencia del combate
El santo apóstol Pablo, con carácter de urgencia,nos ordena tomar el cinto de la verdad: “Ceñidas vuestras cinturas con la verdad” (Efesios 6:14LBLA). Él sabía de la trascendencia del combate: herir los lomos o cintura significaba destruir el cuerpo completo.
¿Sabe usted qué es la quilla de un barco? Es la parte más importante sobre la que se construye. Es como los lomos o columna vertebral para el cuerpo. Los lomos o cintura, parte inferior y central de la espalda, son las piezas que sostienen el esqueleto humano. Sin estos no puede mantenerse firme o de pie. Como la quilla para el barco.
La herejía que da garantías de salvación al que muere en pecados dominantes, incluyendo el suicidio, es un ataque directo y asesino a los lomos espirituales del hijo de Dios. Es una gran temeridad para todo cristiano, consciente de la guerra espiritual, no vestirse con el cinto de la verdad.
Dos significados básicos e inseparables de ceñir los lomos con la verdad
• Doctrina en la mente e integridad en el corazón
Ceñir
los lomos con la verdad significa tener la doctrina en la mente y la
integridad en el corazón. La verdad de Dios no solamente debe estar en
la mente, sino también en el corazón o la voluntad. Ambas deben ir
juntas. Sería una gran tragedia que un ministro del Evangelio tenga la
doctrina en la mente sin integridad en el corazón. Un cuchillo bien
afilado en las manos de un experto cocinero es de gran utilidad, pero
ese mismo cuchillo en las manos de un asesino, una tragedia.
• Verdad doctrinal sin integridad
La gran confusión de muchos en estos tiempos es el resultado de escuchar a hombres predicando la verdad de Dios y, según su entendimiento, no encuentran discrepancia entre lo que estos predican y la sana doctrina; pero el problema no estriba en la verdad doctrinal, sino en “la verdad de corazón o integridad” (9). El error, regularmente, no está en los libros que escriben o en las verdades que enseñan, que tienden a ser excelentes, sino en la aplicación o casuística. El gran peligro radica cuando el predicador, por ejemplo, aplica las doctrinas de la gracia a uno que no ha sido regenerado, dándole garantías de salvación de manera infundada o distorsionada. Pero, para los no regenerados, por más promesas sin fundamento bíblico, y aunque se vistan de santos, la sentencia divina es: “Moriréis en vuestros pecados” (Juan 8:24LBLA).
Cuando no se tiene “la verdad de corazón o integridad” se apela a las emociones, y las doctrinas cardinales son disfrazadas. Nos preguntamos: ¿De qué forma se puede justificar un asesinato premeditado? ¿Que fue por amor? ¿Que fue por venganza? Un juez no tendrá por inocente a aquel que tomó la justicia en sus manos. “No matarás” no tiene acepciones sentimentales. Tomar la doctrina de la justificación por la fe en Jesucristo, de igual forma, no invalida o anula el homicidio o el suicidio, mucho menos lo exculpa. Es perdonado cuando hay arrepentimiento y confesión. Solo en su sentido espiritual y eterno.
Por
su descuido espiritual, o por ser un infiltrado en el ejército de
Jesucristo, uno que ha combatido el error y ha fortalecido la fe de
muchos en el combate puede, con las mismas piezas de la armadura de
Dios, destruir los lomos espirituales de los descuidados dentro de la
iglesia y cumplir con el propósito de Satanás.
· Vana pretensión: Amar la verdad sin conocerla
El
gran mal de hoy en día es el siguiente: algunos pretenden amar la
verdad sin conocerla. Pero no se puede amar lo que no se conoce.
Prefieren la lógica sin la exégesis bíblica. Se confían tanto en ella
que no toman tiempo para lo tácito o expreso de la Biblia. Les roban la
verdad, como diría el sabio puritano, y ni cuenta se dan. Es como un
hombre con un cofre lleno de oro que se confía tanto que lo abraza
diariamente sin revisar lo que tiene, le cambian el oro por hierro y
continúa feliz y contento sin ni siquiera darse cuenta.
· Lógica sin integridad
La
herejía del cristiano que muere en pecado, incluyendo el suicidio, y va
directamente al Cielo, tiene mucha lógica, reputación y religiosidad.
Pero cuando se usan estas cosas para corromper las verdades
fundamentales de la fe se cae al mismo nivel que el adúltero o el
homicida.
· El error peor que la ignorancia
Es
preferible estar en ignorancia que en el error. El error está más lejos
de la verdad. Morir de hambre es terrible, pero es mucho más terrible
morir por tomar veneno. Es un camino expedito para llegar al infierno.
El origen de caer en el error
· Descuido espiritual
Caer
en el error no es casual. Es el resultado del descuido espiritual,
desobediencia y un permanente autoengaño. Es afrentar al Espíritu de
gracia.
Mucho me deleitaba con algunos de los que fueron
mis maestros cuando estudiábamos las exquisitas doctrinas de nuestra fe
común; y me he preguntado cómo han podido caer tan bajo al menospreciar
o torcer verdades en las cuales nos gozábamos. El ejemplo de Amnón y
Tamar nos puede ilustrar muy bien este cambio. Amnón odió a Tamar con la
misma intensidad con que la amó. Realmente no fue amor, sino
infatuación. Al parecer algunos se infatuaron con la verdad.
· Dependiendo del juicio de otros
Descansar en el juicio de otros es conveniente cuando somos niños. Mantenerse siendo niño, sin crecer, es una enfermedad. Ser niños fluctuantes es una deshonra al ministerio del Santo Espíritu de verdad, ya que es Él quien da crecimiento espiritual al creyente. La niñez espiritual es el resultado de no ejercitar el discernimiento.
· Idolatría a las personas
Adorar
a un hombre no significa solamente postrarse físicamente ante él; es
tener una veneración tan grande que sus palabras dejan de ser sondeadas
con la Palabra de Dios. El clamor sigue siendo: ¡voz de Dios no de
hombre!
· Coquetear con el error
Acercarnos
al error por curiosidad puede llevarnos a la incredulidad y al
escepticismo. Huid de la pasiones, de igual forma huid de las falsas
doctrinas. En esta guerra espiritual sin cuartel es una temeridad
coquetear con el error. Cuando no se ama la verdad con pasión se
cometerá adulterio con el error. Si así se ha hecho, la exhortación del
Espíritu Santo es a retornar al primer amor.
Para no caer en el error: verdadera integridad
· La integridad cubre las imperfecciones
Uno
de los argumentos de los que sostienen la herejía del cristiano que
muere en pecado, es la imposibilidad de vivir una vida irreprensible;
consideran como una utopía la advertencia divina de: “Buscad la paz con
todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14
LBLA), pero el imperativo de vestirnos con el cinturón de la verdad
desvanece este perverso argumento, ya que el énfasis es a la integridad.
La vida del cristiano no es perfecta, es por esto que la integridad
cubre sus imperfecciones.
· Integridad vs. inmunidad para pecar
¡Cómo
ha confundido el enemigo a muchos! Les ha hecho creer que la gracia de
Dios es inmunidad para pecar, pero como dijera el antiguo himnólogo: “Su
gracia me enseñó a temer”. La integridad, cual cinturón de la verdad,
es la fuerza de toda virtud. Ciertamente, es la integridad la que cubre
las deficiencias de los verdaderos cristianos.
Satanás es
muy astuto en la forma en como trata de corromper las verdades del
Evangelio. En su sentido práctico la justicia de Cristo imputada cubre
las deficiencias de los íntegros de corazón, no la de los profanos y
apóstatas que toman en vano la sangre del cordero inmolado.
Algunos, procurando vindicar al llamado cristiano que se suicida, preguntan con cierta altivez:“¿Es que acaso ignoráis el alcance de la sangre de Cristo?” Estas personas pasan por alto la diferencia entre el poder y el alcance de la sangre del cordero inmolado. Esta preciosa sangre es poderosa para salvar al diablo, si fuere posible, pero su alcance se limita a los amados o elegidos del padre:“Y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21LBLA).
· Integridad moral vs. integridad evangélica
Algunos
no han logrado distinguir la integridad moral de la integridad
evangélica. Esta integridad evangélica o piadosa no es casual. Es el
resultado del pacto hecho por Dios con sus elegidos: “Además, os daré un
corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”
(Ezequiel 11:19LBLA). Es lo que diferencia a un regenerado de uno que no
lo es. Tiene que ver con la sinceridad de corazón: “y en cuyo espíritu
no hay engaño” (Salmos 32:1LBLA).
Fidelidad de dios hasta el final para los íntegros
· Contraste entre un íntegro y un profano
Un
íntegro jamás será abandonado por Dios. Los pecados de David fueron
grandes y muy escandalosos, pero a diferencia de Ahitofel, quien carecía
de integridad evangélica, no murió sin confesar su pecado. De igual
forma podríamos comparar a David, y a su integridad, con el rey Saúl.
Sus pecados fueron más escandalosos moralmente que los de Saúl, pero la
integridad marcó la diferencia del final de ambos. La misma comparación
se podría hacer con Pedro y Judas: uno lloró amargamente y con
sinceridad de corazón se arrepintió, el otro se ahorcó. Lo que hace
evidente la integridad piadosa es el final de un hijo de Dios.
Integridad y justificación por la fe
El enemigo es experto en confundir. Sus instrumentos favoritos son los intelectuales cristianos con reputación. Algunos de estos, tratando de mostrar un alcance insólito de la gracia de Dios enseñan, con sutileza, que la justificación por la fe cubre hasta a los deshonestos e hipócritas. Justifican la salvación de los que mueren en pecado y con pecados dominantes, como el suicidio, aludiendo a un perdón sin arrepentimiento, es decir, forense, y a un texto bíblico inaplicable para uno que muere negando la fe, como el siguiente: “La sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7LBLA).
· Ataque despiadado a la doctrina de la justificación por la fe
El
asunto es grave. El ataque es despiadado y mortal. La intención es la
destrucción total del cuerpo doctrinal de la fe evangélica. Satanás sabe
que contaminando las verdades fundamentales conduce a los creyentes a
tener un juicio corrompido.
El argumento sutil de la
escuela del “cristiano” que muere en pecado y va directamente al Cielo,
es el argumento acerca de la imposibilidad de un justificado en Cristo
de morir en santidad de forma irreprensible como enseña la epístola de
Judas en su versículo 24: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin
caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”.
Uno de los maestros de la escuela del “cristiano” suicida, pregunta con temeridad refiriéndose a cristianos: “¿Piensa alguien que va a morir sin pecado en el corazón?”. Nos parece escuchar al mismo Averno con esta insinuación malsana. Es una expresión de derrota, que atenta contra el ánimo a vivir una vida en santidad.
Esta
retórica diabólica pasa por alto, en los justificados por Cristo y
regenerados por el Espíritu Santo, la evidencia y requisito de la
integridad para ser salvos.
Integridad y salvación
El
Salmo 32 nos ayuda a entender la relación entre integridad y salvación;
responde la pregunta acerca de la posibilidad de que un cristiano muera
con pecados dominantes en el corazón, incluyendo el suicidio.
Para
que nadie vaya a interpretar, de forma prejuiciada, la verdad de Dios,
el salmista David comienza atribuyéndole soberanía a Dios en el
otorgamiento de su perdón: “¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el
SEÑOR no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño!”(Salmos
32:2LBLA). Es decir: dichoso, ha sido favorecido por Dios. ¿Quién es el
favorecido? “El hombre a quien el SEÑOR no culpa de iniquidad”; como
bien diría un sabio puritano: “atodos les gusta creer esto”. Pero el
pasaje bíblico presenta una condición, requisito o evidencia: “Y en cuyo
espíritu no hay engaño” (v. 2).
En el otorgamiento de
su perdón, con sus procesos e implicaciones, Dios pesa en balanza el
corazón. La obtención del perdón será el resultado de la sinceridad del
que ha pecado. La integridad sin lugar a dudas cubre la deficiencia del
cristiano. La gran bendición es que Dios aprueba al íntegro aun cuando
no esté libre de pecado.
· Compasión para el íntegro
Dios
no aprueba el pecado del íntegro, pero lo mira con misericordia y no
con ira. De ninguna forma se debe confundir el pecado del verdadero hijo
de Dios con la integridad, porque Dios no lo hace.
· Seriedad de la vida cristiana
La
vida cristiana es algo muy serio. Es la integridad la que declara con
cuánta seriedad la hemos tomado. La comunión íntima de Dios es con los
limpios de corazón. Solo ellos verán su poder y su gloria. Sin lugar a
dudas los que tienen buena reputación ante su trono de gracia son los
íntegros.
La respuesta a la pregunta: ¿Mueren todos los cristianos con pecado en el corazón?, es la integridad.
· Ignorancia o autoengaño para pecar
La
gran distorsión que algunos hacen de las doctrinas de la gracia, en
algunos casos es por ignorancia; en otros, para poder justificar sus
propios pecados y los de otros. Pero Dios, en el pacto de gracia,
demanda más que obediencia perfecta, demanda integridad.
· Lo que le molesta al Diablo: la integridad
Lo
que le molesta al Diablo no es que seamos perfectos, sino íntegros.
Dios exhibió delante de Satanás la integridad de Job: “Y el SEÑOR dijo a
Satanás: ¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él
sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado
del mal” (Job 1:8LBLA).
De igual forma, aun cuando Natanael tenía un error de discernimiento, propio de su tiempo, sin embargo era un hombre íntegro: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”(Juan 1:47LBLA).
Dios demanda integridad y aborrece la hipocresía
La
mentira es un pecado grave. En algunos países es un delito federal. En
la lista de los que no tendrán parte en el reino de Dios se encuentran
los mentirosos:“Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos,
inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su
herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda” (Apocalipsis 21:8LBLA).
Dar posibilidad de
salvación a un mentiroso aunque tenga la vestimenta de cristiano es
negar en esencia el carácter santo de Dios. Tristemente la escuela de la
doctrina del “galardón completo” tiene la temeridad de asegurar que
Ananías y Safira despertaron en la presencia de Dios, pero la Biblia es
muy precisa cuando afirma que Satanás es mentiroso y padre de toda
mentira.
Los íntegros mueren con el cinto de la verdad puesto
Un íntegro no muere en pecados deliberados o dominantes, sin arrepentirse, ni confesarlos: “La persona íntegra confiesa su pecado con tanta pena que Dios, al ver a su amado hijo en peligro de caer en el desaliento, lo consuela en lugar de reñirle” (10). Un consuelo divino significa una plena restauración, como Elías, cuando fue sustentado por Dios en medio de la depresión.
El rey David cometió, en un período de su vida, pecados muy abominables, pero no murió en ellos.
Finalmente, con el cinto de la verdad puesto al momento de nuestra muerte, pasamos del manto carnal al manto de gloria.
Voz de Dios, no de hombre, debería ser el clamor del pueblo de Dios.
Referencias
1- MacArthur John,El poder del perdón, edición en castellano,Editorial Portavoz, Grand Rapids Michigan, 1999, p. 55.
2-
Hendriksen Guillermo, El Evangelio según San Juan: comentario del Nuevo
Testamento, TELL, Grand Rapids Michigan, 1981, p. 519.
3- Confesión de fe de Londres de 1689, capítulo 15, “Del arrepentimiento para vida y salvación”.
4- Ibíd.,capítulo 15, “Del arrepentimiento para vida y salvación”.
5- Cita tomada del evento Por Su Causa 2013 tiempo de preguntas y respuestas Santo Domingo RD.
6- John Piper – Question sur le suicide – soustitre en Francia.
7- Cita tomada del evento Por Su Causa 2013 tiempo de preguntas y respuestas Santo Domingo RD
8- William Gurnall,El cristiano con toda la Armadura de Dios, Estandarte de la verdad,edición en español, 2011,p. 692.
9- Ibíd., p. 287.
10- Ibíd., p. 329.
Tomado del libro “La nobleza de Dios:Vivir o morir” por Willy Bayonet